El día de mi muerte
El día de mi muerte con suerte estaré
conectada a tubos en la cama de un hospital.
Quizás muera en la tranquilidad de mi hogar
o algún trágico accidente arrebate mi vida
de forma instantánea y repentina.
El día que eso pase, no te preocupes.
No pido absolutamente nada para el final.
Sólo espero que alguien llame por teléfono
para decir: “rápido que se está yendo”.
Incluso quizás tenga tiempo de despedirme
de llevarse consigo mi recuerdo,
una última (¿última?) vez conmigo.
Pero vos, por favor, vos no me llores
la poesía es sagrada y se va a quedar a cuidarte.
Además, sabes que me consuela saber
que te amé más años de los que tengo
(porque si existen otras vidas espero
que tengas sepas que te amé también).
Desearía poder levantar la mano para decir:
todo va a estar bien, te entiendo, te escucho;
prometo volver a buscarte cuando sea el momento.
Decirles a mis amigas que mi vida fue maravillosa,
que las adoré incluso antes de conocerlas.
Que tengo miedo de todo menos de morirme
porque la poesía es sagrada y ella no se va.