Quizás yo sea la escritora pero vos siempre vas a ser las palabras

morena caballero
2 min readJan 30, 2024

--

Esto es absurdo. Absurdísimo. Absurdo a niveles insanos. Tengo las cosas que usamos antenoche sobre mi escritorio. No sé mover nada porque de esa forma me daría la impresión de que ya terminaste de irte, y yo de aceptar tu ida. Es mentira, es absurdo. Nunca podrías irte de mí si estás en cada rincón. No sé escribir sino es de amor, incluso cuando de amor no queda nada (mentira, siempre queda, siempre tengo alguna reserva guardada (es absurdo creerme tan poco precavida)). Me gusta que creas que te necesito porque siento que lo hago, me olvido que tengo brazos y piernas, que consigo caminar sola sin que tu mano se aferre a la mía como un niño que da sus primeros pasos. Me gusta sentirme niña a tu lado aunque la contraparte sea sencillamente la desesperanza. Escribo esto y no lo siento, no consigo saber qué me pasa. En algún punto perdí las palabras. No sé si retroceder para recuperarlas o esperar que reaparezcan en lo que me queda del camino. Estoy perdida. Más bien: estoy harta. Harta de la vida, de tener que depilarme, de ser una mujer atada al amor insoportable y milagroso de un hombre. No sé cuándo dejaré de escribir de amor y la espera me desespera enormemente. Quiero ser más mujeres a parte de la que es tuya, que soy yo enteramente pero también un poco mía. Porque te regalo todas mis sonrisas y mis letras y todos los latidos de mi corazón han venido a este planeta para ser sencillamente suyos. Pero quisiera recordarme a mí misma que mi corazón es mío y está dentro de mí, igual que todo este amor que brota a montones y nunca frena ni se toma vacaciones. Porque es enero hace una eternidad y estoy enamorada desde el primer día del mes. Y me es imposible imaginar una vida sin tus brazos en mi escritorio o al rededor de mi cintura. Y rogarte y pedirte que me rasques la espalda, y que sea otro ratito más y después otro. Y yo quedarme dormida tocándote el pelo y vos sabes bien que seguiría toda la noche, nomás me venció el sueño. Porque sacrificaría absolutamente todo por tu amor y jamás te pediría nada de vuelta. Porque me he matado de hambre, he sido las mujeres que creía que vos querías que fuera, me convertí en todos los placeres que pudieras recurrir, quise hacerte adicto a mi sistema pero no funcionó. Entonces, tomo un respiro. Recuerdo que tus ojos miran a los míos y en silencio siempre nos entendemos. Y pasamos domingos gigantes uno junto al otro sin necesidad de decir nada (¿existe la necesidad de decir algo?). Conoces mi peor y mejor pijama. Me enojo y me desenojo a tu antojo porque mis poros son sensibles a tu palabra. No conseguiría alejarte de mí ni aunque te lo rogara. Ni aunque me lo rogaran. Estás tatuado en mi piel. Esto es más grande que mí, y quizá, también una excusa para no ordenar mi escritorio.

--

--